Lunes 18 de julio de 2016
OPINIÓN
Para muchos analistas, la Guerra Civil, o incivil, tuvo su punto de partida en el asesinato del líder católico D. José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, por miembros de la escolta del socialista Indalecio Prieto. Para otros, su origen fue la Revolución de Octubre de 1934, proceso iniciado también por los socialistas contra el régimen de la II República, en un asalto al poder y al régimen imperante. Personalmente, creo que la Guerra Civil de 1936-1939 fue el último combate –tal vez debo precisar que hasta el momento- de una campaña que se inició cuando, al término de la Guerra de la Independencia, los españoles quedaron divididos en dos grandes bandos, que vulgarmente conocemos como la izquierda y la derecha, representando cada uno una manera de pensar y hasta de actuar. La cultura tradicional española, basada en la educación católica, frente al poder laico del Estado, argumentado por el progresismo como símbolo de modernidad, aunque sólo en el enunciado. El antagonismo entre ambos ha venido estando presente a lo largo de nuestra Historia Contemporánea, es decir, a lo largo del siglo XIX y parte del XX.