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Dármela con queso...
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Dármela con queso...

martes 09 de septiembre de 2014, 12:40h
No sé qué encierra más dificultad si cortar un salchichón de Vich o un queso de Idiazábal. La duda me la han planteado ayer en El Corte Inglés cuando, tras más de un cuarto de hora de espera, minuto arriba minuto abajo, y tras ni siquiera dar los buenos días, los tres empleados de la charcutería del madrileño centro de Princesa, que miraban y miraban mientras despachaban a los demás clientes, algunos llegados después que yo, me obligaron a presentar una queja.
En El Corte Inglés pasa como en el Gobierno español, o como en el Ejército, las quejas, al maestro armero. El responsable del supermercado –¡oh!, que capacidad la suya para encajar - se ofreció educadamente a servirme él mismo el queso, y casi sin hacer ruido, me aseguró que iría por el lugar y les diría algo…

No sé –aunque pudo imaginármelo- lo que pasa o pueda pasar por la cabeza de más de un trabajador al que le han recortado seguramente privilegios sociales y económicos (¡ay!, país aquel en que se negociaban convenios colectivos con dos plataformas reivindicativas ¿recuerdan? Sobre la mesa de negociación…). Ignoro, aunque puedo hacerme una idea, de la difícil situación por la que atraviesan algunos sectores y hasta puedo echarle más imaginación para adivinar que, como dice el refrán, a perro flaco todo son pulgas. Que la empresa fundada por el moscón don Ramón Areces, tras su regreso de Cuba, que ha sido durante décadas emblema y buque insignia del comercio en España, viene teniendo dificultades creo que es algo que se hace evidente en el día a día, porque testigos directos de esa crisis son los millones de españoles que visitan cada día estos centros… si queda algún incrédulo, vean las redes sociales y los foros. Pero creo, también, que a las dificultades del día a día se suma la desacertada política interna de la empresa, la desafortunada selección de mandos intermedios y otros no tan intermedios, y la equivocada política de rentabilizar algunas gestiones que eran, en cierto modo, un atractivo para el cliente.

Personalmente, hace algunos meses que rechacé la famosa tarjeta de compra de la casa por su desacertada política de cobrar el aparcamiento en algunos centros comerciales de la compañía, más aún cuando mi facturación mensual superaba la cantidad de trescientos euros, algunos meses con creces, y la utilización del aparcamiento apenas llegaba, en el mejor de los casos a 6 miserables euros. Y todo ello ante el silencio por respuesta de su flamante servicio de atención al cliente.

Personalmente, me da igual que El Corte Inglés siga o no siga siendo líder en su sector, porque hay otras alternativas.

El desvergonzado comportamiento de los tres trabajadores del supermercado del centro de la calle de la Princesa, es otro asunto. Un cliente habitual del centro, que esperaba turno detrás de mí, me confirmó que el comportamiento es habitual; que también es habitual discutir entre ellos porque nadie quiere ponerse a despachar queso, y todos prefieren los productos de charcutería… que para evitar problemas, el responsable del supermercado llegó a unificar los dos servicios, eliminando el dispensador de números de atención para que los empleados no supieran quien quería queso y quien charcutería, que al ver que no daba resultado, se volvió a separar ambos servicios…

Lamentable comportamiento que dice muy poco de la profesionalidad del personal, algo que es imputable a la empresa, naturalmente. El desvergonzado comportamiento de los tres ¿trabajadores?, calificable de poco profesional, es grave porque afecta directamente al cliente que es, salvo que se demuestre lo contrario, quien mantiene a la empresa y todo lo que ella comprende. Porque las diferencias laborales deberían resolverse en otros foros y de otras formas y porque el bajo nivel de selección de personal deja ver el bajo concepto que, desde los mandos intermedios y no tan intermedios, se tiene del cliente.

Termino con otro refrán: torres más altas han caído. Cuando me he referido al moscón Ramón Areces (moscón es el gentilicio que tienen los naturales de la villa de Grado, Asturias), me he referido al creador de El Corte Inglés. Tal vez los trabajadores de El Corte Inglés, y los clientes en general, deberían saber que también fue el creador de Galerías Preciados que fue, incluso, más importante que El Corte Inglés, y del que hoy no queda más que el recuerdo para los que conocimos aquellos grandes almacenes. Sobra prepotencia y falta afán por servir al público, justo todo lo contrario de lo que sembraron los creadores de la que fue una gran empresa.
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