Honorio FEITO | Viernes 01 de abril de 2016
Con independencia del papanatismo que parece embargar actualmente a los españoles, el silencio de Iñigo Errejón, roto el pasado martes, tras su aparición pública después de la destitución de su número dos, Sergio Pascual, el pasado 15 de marzo deja ver una fisura importante en el partido podemita, cuyas consecuencias podrían influir decisivamente en los próximos acontecimientos. Los próximos acontecimientos pueden devenir en un acuerdo para la formación de un gobierno de coalición, con Sánchez a la cabeza, si el partido que preside Pablo Iglesias Turrión se abstiene.
Sea como fuere, nos queda la sensación de una grieta (me atrevería a decir que profunda), en las relaciones entre los mandamases de Podemos. Porque, el regreso de Iñigo Errejón a la actualidad, tras trece días de retiro y meditación, coincidiendo con la Pascua, tiene la apariencia de una derrota. Vamos, que es como ese lobo que tras desafiar al macho alfa y ser derrotado, acepta sumiso volver a la manada, pero renunciando al privilegio de comer el primero y de perpetuar su herencia genética. Pero lobo al fin y al cabo.
Es probable que, dado el tiempo que estamos viviendo y la erosión, que parece haberles afectado, al pasar a ocupar un primer plano de la política nacional, haya podido mermar su potencial y que Errejón, que parece estar más por diseñar la arquitectura de un partido con proyección de futuro, haya aceptado esta aparente sumisión. Tiene mucho trabajo por delante en esta función de armar a su partido con vistas al futuro, especialmente a la hora de cambiar los hábitos y de embridar gestos y acciones más acordes con el sentimiento general, alejándose de los postulados brabucones y ridículos de algunos de sus militantes.
La Semana Santa nos ha dejado imágenes tristes sobre el comportamiento de ciertos personajes que participan del ideario podemita… agresiones a algún que otro sacerdote, allanamientos de templos; mujeres orinándose en plena celebración de las procesiones de Semana Santa, actitudes de desagravio surgidas desde puestos de la administración local en algunas ciudades, rebajando, cuando no eliminando, subvenciones a las cofradías o manifestaciones verbales que habría que encuadrar no el la crítica ácida, sino en la violencia, el desafío y el mal gusto… o el espectáculo en torno a la figura del concejal Andrés Bódalo, el edil que redujo a puñetazos a otro edil socialista, y que cuenta en su historial con varios episodios más de violencia y mala educación, al que Teresa Rodríguez, figura ya famosa por sus salidas de tono, comparó incluso con Miguel Hernández, lo que demuestra no ya el nivel de incultura de esta Teresa Rodríguez, sino la desfachatez de utilizar los nombres de las personas relevantes para asociarlos a su causa, al más puro estilo masón.
¿A qué conduce todo ello? Es probable que, desde el puesto de mando en Podemos y partidos afines, o marcas, como dicen ahora, Iglesias Turrión disponga de estas estrategias para crear confusión en el electorado; que estas acciones, de las que no es ajena la propia alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, al pedir a los vecinos que si ven a un okupa, no llamen a la policía, busquen un efecto de choque entre la población, al comprobar cómo personas que ya representan cargos importantes, animan al incumplimiento de las leyes y es posible, también, que los que abanderan estos desafíos se erijan en destacados activistas de un cambio anunciado a bombo y platillo, para que a España no la conozca ni la madre que la parió, como advirtió Alfonso Guerra. Todo este teatro forma parte de un guion que no surge al azar, aunque algunos de sus intérpretes no valoren con exactitud sus propios gestos y sus consecuencias, como el caso de Rita Maestre, hoy en el Ayuntamiento de Madrid, o el de Alberto Rodríguez, el currela canario de las rastas en cuyo historial figura, más que la condición de currante, la de haber agredido a la policía.
En este partido, se ve que lo de las agresiones, verbales o físicas, forma parte del ideario y figura en el plan de ejecución. Por eso digo que Errejón tiene mucha tarea por delante.