El emblemático cuadro de Francisco de Goya, sobre los fusilamientos del 2 de mayo de 1808
Honorio FEITO | Lunes 14 de mayo de 2018
El sugerente título de esta publicación, a la que dedico muy poco tiempo, cosa que espero resolver en breve, me inspira ante una fecha como la del dos de mayo, un pequeño homenaje a los españoles que murieron aquel día del año 1808, en que el honor y el orgullo español se enfrentaron al mejor ejército del mundo, que mandaba Napoleón Bonaparte. Hechos heroicos, que tuvieron por escenario los rincones de las estrechas calles del centro de Madrid, en la que los lugareños se enfrentaron a los soldados imperiales en franca desventaja, con utensilios domésticos, pero a los que igualaron o superaron en afán y en entrega.
Se ha escrito mucho sobre aquellos acontecimientos. Goya, a modo de un reportero de guerra de la época, retrató la horrible represión de los soldados franceses en la montaña del Príncipe Pío y la famosa carga de los Mamelucos, y a la historia han pasado nombres de personas humildes, que destacaron por su bravura y por su dignidad frente al enemigo opresor.
Además, como Madrid es ciudad de acogida, yo como asturiano, no puedo dejar de valorar las estrechas consecuencias que tuvo el levantamiento contra los franceses en la capital del Principado. La Junta General celebró consejo, al conocer la noticia de la represión, y “el león dormido” despertó para liberar a España de la ocupación del ejército imperial. Un asturiano, Villaamil, fue el encargado de redactar el bando con el que el alcalde de Móstoles desafió al corso y a su ejército, y en las batidas habidas en las calles de Madrid, varios asturianos dejaron su vida en la lucha.
Uno de los relatos más apasionantes sobre los hechos ocurridos aquel día se lo debemos a Juan Pérez de Guzmán y Gallo. El polifacético personaje, fue periodista, historiador y polígrafo, dejó uno de los estudios más completos de los acontecimientos ocurridos en Madrid aquel día, por encargo del entonces alcalde, el Conde de Peñalver, en 1908, un siglo después de los hechos: El dos de mayo de 1808 en Madrid: relación histórica documentada. Pues, comenzando por el autor de este estudio, observo que su segundo apellido, Gallo, pertenece al grupo social diferenciado en Asturias, tenido durante muchos años como una de las razas malditas de la Península Ibérica, Los Vaqueiros de Alzada, de la que me honro pertenecer, aunque Juan Pérez de Guzmán y Gallo nació en Ronda el 25 de febrero de 1841. Su completo trabajo sobre el dos de mayo nos deja datos muy claros, como el de un oficial de artillería, Juan Nepomuceno Cónsul, de Oviedo, muy amigo de Daoiz, a quien tuvo de compañero en Ceuta y en Cádiz, donde mandaron las tartanas cañoneras con hornillo de bala roja, dispuestas para impedir la entrada de la escuadra inglesa en la bahía de Cádiz. No tengo a mano la hoja de servicios del artillero carbayón, pero, a tenor de lo que cuenta Pérez de Guzmán, participó en numerosas empresas militares. Pero, en lo que nos afecta sobre el dos de mayo, parece ser que Juan Nepomuceno Cónsul, en compañía de Daoiz y Córdoba habían desafiado el día primero de mayo a varios oficiales franceses en la fonda Genieys, gesto que no pasó de un desafío al intervenir los jefes franceses y españoles.
Nos cuenta Juan Pérez de Guzmán que, en el llamado barrio de los Aflijidos, la actual plaza de Cristino Martos, cerca de la Plaza de España, el día 4 de mayo, a las 21 horas 30 minutos, mató un centinela de la Guardia Imperial de Marina a Ramón González de la Cruz, de estado casado, de Asturias, con tres hijos de menor edad, criado del señor José Jenaro Salazar, mariscal de campo, que vivía en la misma plaza. Tomás, un mozo de caballos de la casa del embajador de Francia, soltero, natural de Asturias, fue herido por la tropa francesa el día 2 en la calle de los Reyes esquina a la de Leganitos. En el barrio de Santa María, en la zona de Hortaleza, un lacayo de Antonio Izquierdo, del Consejo Supremo de Castilla, llamado José Rodríguez, natural de Salas (Asturias), de 20 años de edad y soltero, fue herido en la puerta de su casa, en la calle y plaza de la Almudena. Estaba llamando para entrar y le acometieron dos soldados franceses, de los que uno le dio un sablazo en la cabeza y el otro disparó un pistoletazo en el cuerpo. Falleció a las 5 de la tarde y fue sepultado en la parroquia de Santa María.
El asturiano José Cardín, casado con María Fernández, sin hijos, que vivía en la Cuesta de la Vega, en el callejón de San Lázaro, fue muerto en la calle del Tesoro, mientras vendía agua. Un mozo del mesón Nuevo, de la calle de Segovia, llamado Fernando, también asturiano, soltero y con madre anciana que residía en Asturias, fue muerto en la misma esquina del mesón.
Entre los heridos de aquella jornada, destaca Pérez de Guzmán a Domingo Rodríguez, natural de la parroquia de Santa Marta de Carballo, de Cangas de Tineo, de 42 años, viudo. Tomás Álvarez, cochero, soltero herido en la Corredera Baja de San Pablo; José García, de la parroquia de Arellana, mozo de caballos del conde de Berveder; Ramón Pérez Villaamil, de la parroquia de Villayclan (Oviedo), falleció dejando dos hijos de 4 y un año y medio de edad; era portero de la casa del duque de Híjar, y fue herido en la calle del Sordo número 13, principal interior. Pedro Álvarez, natural de Valle, parroquia de San Martín de Yedras, concejo de Cangas de Tineo, soltero, repostero del duque de Híjar, fue otro de los heridos en aquella jornada.
Relata el autor la lista de fallecidos, entre los que se encuentran: Alonso Pérez Blanco, enfermero, de 42 años, natural de Oviedo, muerto el 2 de agosto, defendía el Hospital General. Andrés Cano Fernández, natural de Bodernal, de profesión carbonero, herido en la Puerta del Sol; Antonio Iglesias, de 37 años, natural de San Esteban, herrador, fallecido el 21 de junio; Antonio Martín Rodríguez, de 22 años, natural de Lartosa, en el Obispado de Oviedo, aguador, herido en el Parque, murió el 23, todos ellos fallecieron en el Hospital General; el albañil Antonio Meléndez Álvarez, de 30 años, que destacó como uno de los heroicos combatientes de la Puerta del Sol contra los mamelucos de la Guardia Imperial. Formó grupo junto a Francisco Fernández, criado del conde de la Puebla del Maestre, y con Juan González, criado del marqués de Villaseca, ambos de la parroquia de Naviego, en Cangas de Tineo, y los tres lograron proteger la entrada de los claustros del Hospital del Buen Suceso, donde lograron refugiarse muchos madrileños. Meléndez resultó herido de un sablazo en la cabeza, falleciendo el día 4.
Llama la atención la muerte de Bernarda de la Huelga y Argüelles, herida en su domicilio de la calle de Leganitos, falleciendo el 3 de agosto. Domingo Braña Calvín, de inconfundibles apellidos vaqueiros, natural de La Candanosa de Barcia (Concejo de Valdés), de 48 años, mozo de tabaco de la Real Aduana de Madrid, que combatió valerosamente en la defensa del Real Hospital de La Corte y, hecho prisionero, fue conducido a la Montaña del Príncipe Pío donde fue fusilado en la madrugada del día 3. Su cadáver se reconoció cuando el presbítero de San Antonio de la Florida, Julián Navarro, lo recogió para darle sepultura. Domingo Girón, de 36 años, carbonero, murió como consecuencia de un balazo en la calle de Bordadores; Domingo Méndez Valledor, criado del convento de La Merced, fue fusilado en el Prado; Francisco Antonio Álvarez Arias, natural de San Juan de Porbes, en el concejo de Cangas de Tineo, casado y jardinero del Real Sitio de Aranjuez, fue encontrado muerto la tarde del día 2 en la calle del Tesoro. El sirviente Francisco Fernández Gómez, de Oviedo, de 24 años; Francisco García, de 43 años, natural de la parroquia de San Juliano del Puente, en Cangas de Tineo, molendero de chocolate, casado y con seis hijos; Francisco Teresa, natural de la parroquia llanisca de Riensena, soldado licenciado de la guerra del Rosellón, que trabajaba como sirviente en el mesón Nuevo de la calle de Segovia. Desde el local del mesón, estuvo disparando sin cesar a los franceses llegando a matar a un oficial, pero sin municiones, fue acribillado por los enemigos. Al oficial francés lo sepultaron en una huerta de la calle de Segovia. José Fernández Díez, soltero, natural de Oviedo, falleció de un balazo; el aguador de Tineo, José García Rodríguez, tenía treinta años y fue muerto en la refriega; José Méndez Álvarez tenía 76 años y era natural de Folgueiras, era dependiente del cuartel de coches de S.M. Juana Rodríguez Maestro era natural de Paredes, pero no sabemos el concejo, tenía 66 años y era viuda, resultó herida en la calle de San Bernardo y falleció el día 5; Micaela Álvarez de Lorenzana era viuda, fue herida en su propio domicilio y murió el 11 de junio. Nicolás Rey Comillas, de 32 años, disparó su pistola contra un centinela francés, pero recibió un disparo que acabó con su vida, era natural de Tuña, probablemente. Pedro Álvarez era natural de Xedres, en el concejo de Cangas de Tineo, era mozo de reparto del duque de Híjar. Se refugió en una casa de la calle de Cedaceros, pero lo vieron los soldados franceses que también descubrieron a un compañero muerto en el suelo. Lo detuvieron y lo llevaron al Prado, donde fue fusilado; Ramón González era natural de San Pedro de Andes y el cangués Vicente Pérez del Valle defendió el hospital General ante el intento de algunos soldados franceses de apoderarse de él.
La lista de heridos sería también larga de reflejar, aunque su omisión en ese artículo no les haga justicia, pues también lucharon con valentía y honor y a punto estuvieron de perder su vida, pero me permito acercar al lector un par de casos en los que queda en evidencia el carácter sanguinario de la represión francesa. Se trata, en primer lugar, de Manuel Armayor, de Sobrescobio, cerrajero de profesión, herido en las primeras descargas que tuvieron lugar en la plaza del Palacio. Retirado a su casa, fue herido de otros tres disparos. Vivía en la calle de Segovia, uno de los lugares donde los franceses tuvieron muchas bajas. Mientras era conducido a su casa, los camilleros avisaron a su mujer y le alojaron en el Palacio de Anglona, mientras era trasladado, los franceses prendieron fuego a su casa y, del disgusto, su mujer falleció días más tarde. Manuel Portín del Valle, ovetense, mozo del Real Refugio, fue herido mientras recogía heridos y cadáveres de las calles, para trasladarlos a hospitales o darles cristiana sepultura. Manuel Suarez Villaamil fue herido a culatazos, mientras se dirigía con un oficio a la Real Cárcel de Corte, en la plaza de Santa Cruz; María Ramos, natural de Folgueira, fue herida en la Puerta de Toledo por los coraceros de Carabanchel, que mandaba el general Armand Agustín de Caulaincourt…
Aquí lo dejo, pero la relación es más larga.