Miércoles 24 de septiembre de 2014
Con la que está cayendo en España, ahora viene la dimisión del ministro de Justicia. Dice un viejo refrán que una cuña saca otra. El refranero es sabio. Al ministro de Justicia no le quedaba otra que la dimisión, tras la retirada, por parte del Presidente del Gobierno, del anteproyecto de Ley del Aborto que tanta polémica ha suscitado.
Dejando a un lado el asunto, que ya no tiene sentido porque ya no saldrá adelante ni será motivo de debate parlamentario, Don Alberto Ruiz Gallardón ha aplicado eso de o aquí jugamos todos, o rompemos la baraja. Y se ha liado, pin, pan, a hacer añicos la virtual obra de Heraclio Fournier, echando sotas y caballos, reyes y ases por el desagüe, por el mismo camino que ha seguido su obra non nata con la que intentó anular la del Gobierno del señor Rodríguez Zapatero, a través de la entonces ministro, Bibiana Aído.
Para los que no estamos en política, que somos la mayoría, afortunadamente, el juego consiste en vetar cualquier iniciativa que no lleve tu aprobación. O sea, consensuar los proyectos adecuadamente para que no se vean boicoteados. Y eso, con mayoría absoluta, imagínense si el partido en el Gobierno no tiene esa mayoría… esta condenado a legislar siguiendo el capricho de la oposición o a darse por fracasado. ¿Para qué sirve, entonces, la mayoría?
Tras la anunciada dimisión del ministro Gallardón, por otra parte esperada en algunos ambientes, nadie podrá acusarlo de incoherente. Máxime cuando, además del Ministerio, deja también la actividad política, su vida laboral durante los últimos treinta años.
Creo, personalmente, que la vida política de Alberto Ruiz Gallardón destaca por su evidente ascenso, durante su etapa como presidente de la Comunidad de Madrid. Joven entonces, brillante en lo que los analistas llaman los “cuerpo a cuerpo”(especialmente recordado el que mantuvo con su prima, Trinidad Jiménez, ex ministra socialista), sólo los expertos observadores se fijaban en él como futurible para más elevadas misiones, mientras la gran mayoría posaba su interés en otros foros de la política nacional e internacional.
Sin embargo, el ascenso de su gestión se detuvo durante su etapa en el Ayuntamiento de Madrid, que ocupó desde 2003 hasta 2011. Renovando los mandatos con mayoría absoluta, tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento, su obsesión por obtener para la capital de España la candidatura olímpica le llevó a emprender una serie de reformas urbanas, la más importante, la de soterrar parte de la M-30, hoy llamada Calle 30, creando un espacio de ocio, El Pasillo Verde, en torno al río Manzanares entre la Puerta de San Vicente, en la Estación del Norte, hoy centro comercial principalmente, y el antiguo Matadero municipal construido en torno a 1925, en la zona de la plaza dedicada a Legazpi. Si embargo, esta faraónica obra supuso para los madrileños una brutal presión fiscal y una más que impopular medida de presión de los agentes del tráfico para los automovilistas madrileños.
No pasará a la Historia como un buen ministro de Justicia porque apenas ha conseguido sacar adelante alguno de los proyectos que se había propuesto. Por citar, la subida de tasas judiciales para evitar colapsar los juzgados con casos que pueden ser resueltos en otras estancias, pero gravosos para los españoles con menos recursos; la elección de los vocales magistrados del Consejo General del Poder Judicial, o la Ley del matrimonio homosexual. Sigo pensando, ahora, que su decisión de dimitir, tras el anuncio del Presidente Don Mariano Rajoy de retirar el anteproyecto del ley del aborto, es coherente, aunque la decisión del Presidente del Gobierno fuera un no te digo que vistas pero ahí tienes la ropa.
El anteproyecto de la ley del aborto de Gallardón no era mejor que la ley en vigor, la llamada Ley Aido porque, según las conclusiones de algunos juristas que han analizado el texto, aunque el anteproyecto retirado por el gobierno no reconoce expresamente el derecho a abortar, su artículo 4º señala que el aborto a petición resulta acorde con los supuestos de la ley y establece su inclusión en los Servicios del Sistema de Salud; mientras que la Ley actual sanciona a la mujer que aborta fuera de los plazos previstos, la que había preparado el equipo del ahora dimitido ministro Ruiz Gallardón deja impune a la mujer que aborta fuera de estos plazos, entre otras consideraciones. En definitiva, el tan cacareado anteproyecto de Ley del Aborto, de haberse aprobado, no habría tranquilizado a los católicos tras su lectura pausada, y contrasta con la declarada adición que el ya ex ministro tiene hacia la familia como institución.
Y el señor Rajoy camino de China. En esa política de mirar para otra parte, el Presidente del Gobierno gira sobre sus propios talones y sale por la tangente, tras anunciar la retirada del anteproyecto. No se qué parte de culpa tiene el señor Arriola en la actitud de los responsables del Partido Popular, pero tan desgraciado es el país que alquila a sus ejércitos como el partido en el que militan y mandan los renegados de otras ideologías.