Honorio FEITO | Lunes 06 de octubre de 2014
Las escasas comparecencias del señor Rajoy para tratar el “asunto” catalanista ofrecen mesura, paciencia, ciertas dosis de tranquilidad y firmeza en sus planteamientos. Pero también es cierto que están fuera del tiempo y dan la impresión de haber desperdiciado la posibilidad de haber acabado con el asunto, cuando el asunto era apenas una sombra.
Porque, a pesar de todos los atributos expuestos por el Presidente del Gobierno de España, la realidad es que el señor Arturo Mas continua su marcha hacia no se sabe dónde… ni él mismo, creo, a estas alturas, lo sabe con certeza.
Y la conclusión es bien fácil de establecer. Los españoles están hartos de tanto paño caliente. Dialogo y más dialogo. Sentarse a dialogar como el druida se sentaba frente a la magia del fuego esperando que éste le iluminara la oscuridad. Me pregunto si con los que han utilizado las tarjetas negras de Caja Madrid y Bankia también hay que dialogar, ser paciente y ofrecer unambiente distendido para convocar un claustro y determinar qué código aplicar a quien manifiestamente ha utilizado el dichoso plástico para embolsarse miles de euros, sumados a unos emolumentos cuantiosos y a unos privilegios sólo al alcance de los elegidos… o si forma parte de la terapia regeneradora el dialogo con el pederasta recientemente detenido, la conversación sin acritud ante el infamante insulto de profanar el sagrado campo de la infancia o primera adolescencia de las niñas agredidas, a través del engaño, el abuso y la mentira de alguien que tiene que adquirir en un gimnasio, lo que le falta para parecerse a un hombre.
Los hay, por el contrario, que tapan sus carencias mentales con un pin que, colocado en sus solapas, les otorga la condición de demócratas, y reducen cualquier problema al dialogo. Son los que ejercen de talante (¡qué mal me suena!), para aparentar tener una cabeza equilibrada, incapaz de dejarse llevar por el calentón que produce tanta indignación y tanto miserable. Y, hasta es probable, que el Gobierno de España haya caído en la abulia (en lo que se refiere al reto planteado por los independentistas catalanes), buscando por agotamiento la sorpresa del desánimo y la solución caída del árbol de la vida, como por obra y gracia de la Divina Providencia.
Estoy ansioso por ver qué pasará el 9 de noviembre y, confieso no sin cierto pudor, que hasta me gustaría insuflar algo de ánimo a Arturo Mas y a sus adláteres (aunquequizás el adlátere sea el propio Arturo Mas), sólo por ver con qué resolución afrontará el Gobierno tan atrevida proposición, a pesar de las firmes palabras disuasorias utilizadas, sin éxito es evidente, desde La Moncloa.
Estoy ansioso por ver qué ofrecerá el Gobierno de España, cual será la moneda de cambio ante el disparate y cómo resolverá, si es que lo resuelve, este asunto catalanista para que los españoles despejen dudas en esta amenaza durante algunas décadas más, antes de que se vayan sumando de otras Comunidades Autónomas y demos la imagen de una fractura al estilo de lo ocurrido en los Balcanes, que nada tienen de ejemplo ni de referencia histórica para nosotros.
Porque el reto más importante que España tiene sobre el tapete es el asunto catalanista; lo demás no cuenta, tiene el efecto gaseosa, mucha burbuja cuando se destapa y ya sabe, una cuña desplaza a la otra…y aquí ni devuelven lo trincado, ni les ponen a la sombra.
Me preocupa que Woody Allen se salga con la suya y sea verdad aquella frase según la cual la vocación de un político de carrera es hacer de cada solución, un problema.