Por
Honorio FEITO
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honoriofeitogmailcom/12/12/18
jueves 04 de enero de 2018, 10:08h
Uno de los últimos gestos imputables al gobierno del señor Rajoy Brey ha circulado por las redes con la penosa calificación de vergonzante. Me refiero al menú con que han obsequiado a los policías y guardias civiles desplazados a Cataluña, que ¿sobreviven?, en el barco Rhapsodia, el 24 de diciembre, Nochebuena. El menú ofrecido a los policías ha consistido en unos espaguetis, cuatro croquetas grasientas y un trozo de pescado congelado rebozado, según las informaciones que se han publicado, y la fotografía que ha circulado por las redes sociales.
Pero el problema no está en la comida, sino en la consideración. Los policías y guardias civiles son profesionales. Son personas que profesan una actividad que tiene tanto de voluntaria como de vocacional. Pertenecen a cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y como los militares, están acostumbrados a recibir órdenes, a acudir a donde se les ordene, y a actuar conforme las instrucciones recibidas del mando. Ellos actúan con disciplina y aceptan, les guste o no, lo que se les indica.
Cuando los responsables del Ministerio de Interior no se ocupan de su gente es que hay una quiebra, evidente y peligrosa, entre el mando y el contingente que obedece. Cuando el ministro del Interior no se ocupa de sus subordinados, es que hay una desafección entre el ministro del Interior y cuantos dependen de él. Y el ministro del Interior está obligado a ser, por su cargo, el primer policía, el primer guardia en el escalafón. Al menos, durante el tiempo que esté en el cargo.
Un amigo apunta, también en las redes sociales, que el comportamiento tenido por la Administración con los guardias y policías destacados en Cataluña, desde que comenzó la crisis del secesionismo catalán, explica el accidente del Yak 42, en Turquía, el 26 de mayo de 2003, en el monte Pilav, en el que fallecieron 62 militares españoles que regresaban de las misiones en Afganistán y Kirguistán.
No sé si estoy de acuerdo con esta comparación, pero entiendo la referencia hacia este accidente, que conmocionó a la opinión pública española, cuando vemos el trato aparentemente desdeñoso hacia nuestras fuerzas del orden. Trato que, desgraciadamente se viene repitiendo en los últimos meses, y no me refiero a la diferencia de sueldos entre los policías y los mossos, diferencia que, digan lo que digan Rajoy y otros como él, es un agravio comparativo permitido por la Administración del Estado, por el escaso interés y por la poca importancia que las fuerzas de seguridad tienen para los responsables de las instituciones estatales.
La clase política española actual, salvo excepciones, está muy lejos de honrar a su profesión cuando lo que de ellos se espera es, precisamente, un gesto solidario hacia sus inferiores. El ministro del Interior, José Ignacio Zoido, cuya gestión está cada día más en entredicho, ha perdido la ocasión de haber visitado a sus hombres en la tarde noche del día 24 - ¡no digo ya haber compartido esos espaguetis secos, las cuatro, sí cuatro, croquetas grasientas y el pescado frito frío y arrugado! como uno más de ellos, bueno, como el primero de ellos…- y todo lo que ha hecho, para que sus policías y guardias sintieran en sus hombros esa palmadita de amistad y agradecimiento, es haber publicado un tuit en el que felicitaba las fiestas y les daba las gracias…
Juan Ignacio Zoido tiene fama de ser el ministro más tuitero, cuya actividad le ha llevado a publicar, según dicen, más de 16000 tuits. Condición que probablemente complazca a los abrevan en las subvenciones estatales, pero que seguramente ha decepcionado a los guardias y policías que, en una noche tan señalada como la de Nochebuena, tras sufrir desde hace meses acosos, insultos, vejaciones y malos tratos, se han visto una vez más humillados por un menú carente de ese mínimo calor humano que la Navidad representa. Porque el problema de ese menú no eran los elementos que lo componían, ni el grasiento condimento que lo coció, sino la frialdad y la tristeza de los que hacen posible que, en casa del ministro, en la de ustedes, lectores, y en la mía, pudiéramos cenar con nuestras familias en paz y concordia, y celebrar el nacimiento del Niño Dios.
Pobre ministro del Interior.