ESPAÑA, SIN UN PROYECTO COMÚN
Por
Honorio FEITO
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honoriofeitogmailcom/12/12/18
sábado 10 de febrero de 2018, 12:52h
El expresidente del gobierno, Felipe González Márquez, se asomó a las páginas del periódico El Mundo, el pasado domingo día 4, para darnos algunas opiniones sobre la situación actual de España y del mundo. De la entrevista, destaco el lamento: "Me gustaría identificar un proyecto de España, que alguien me explicara en media hora qué quiere para este país en los próximos cinco o seis años".
Esta confesión, a mi modo de ver, encierra no sólo una declaración de intenciones sobre su partido, el PSOE dirigido por Pedro Sánchez, sino también una orfandad de la que somos víctimas también todos los españoles. Definir un programa para España cuando asoman de nuevo los viejos fantasmas de la ruptura autonómica, el desencanto de un sistema que se define por la corrupción, la falta de infraestructuras capaces de armar un sueño realizable desde el punto de vista social y religioso, además del económico, que es el que parece interesar únicamente al actual equipo de gobierno, parece algo ajeno al cotidiano rumbo de la política nacional con independencia del partido que ejerza el poder. El genio español, del que hablaba José Antonio, se ha anulado o permanece adormecido. El sistema político actual, impregnado de liberales disfrazados de tibios capitalistas o socialdemócratas encubiertos, junto a los neo comunistas y a los masones financieros, ha logrado anular a la idiosincrasia española. Nuestra sociedad actual descansa en el reposo fatuo, se nutre de la oferta televisiva en la que abunda el mal gusto y la chabacanería y sólo sueña con el ocio, que es el plato fuerte de la oferta.
El desatino gubernamental que hemos tenido que padecer con Rodríguez Zapatero (que Dios mantenga alejado de nuestras vidas por los siglos de los siglos), y el proporcionado por los gobiernos presididos por Rajoy Brey, son la cresta que evidencia esa falta de proyecto colectivo que nos habría sacado del tedio hacia un compromiso con el futuro, aunque fuera a corto plazo. Y lejos de ello, estamos sometidos a las exigencias de una política cainita, revanchista, absurda y chekista de neo comunistas, masones y paniaguados liberales.
Es esa falta de proyecto el gran vacío que ocupan los oportunistas y que hace que, a veces, la nación se mueva por su propia inercia, sin elementos dinamizadores capaces de aprovechar lo mejor de nosotros mismos. Y, en su lugar, la mediocridad, la falta de estilo, el desinterés, cuando no el despropósito, nos permite contemplar el espectáculo de un inútil acomodado, con el dinero de todos, en una mansión de Waterloo o asomando en la televisión pública de Cataluña, que pagamos todos, donde es tratado como un reyecillo de taifa, entre honores… ¿qué triunfo piensa apuntarse el gobierno de Mariano Rajoy en este asunto?
Se ha dado un vuelco a los valores tradicionales, se ha alejado el sentido común de la escuela más elemental de la vida, se han invertido los roles que identifican el bien del mal, en el manual del comportamiento, y se intenta silenciar una mínima protesta ante lo que la evidencia demuestra que supone una transgresión en la conducta de las personas.
Habla Felipe González en la entrevista de la corrupción: "Me perturba que haya gente que vote a quien roba dinero público". La corrupción es uno de los grandes problemas que padecemos los españoles, identifica a este régimen político y desinfla las ansias de los que miran al futuro. También a muchos españoles nos perturba que algunos políticos, para los que parece que no hay mucho castigo, sean votados por españoles cuando hay pruebas de que se han llevado, o se están llevando, dinero público. Felipe González presidió el gobierno de España en un momento en que la corrupción se institucionalizó en el poder. No elude el ex vicepresidente hablar de ello hasta llegar a matizar "Nosotros pagamos más alto el precio de la corrupción que la derecha…". Habría que haberle preguntado a quien se refiere cuando dice la derecha, o qué entiende él por derecha, y también cuál es el precio de la corrupción que han pagado ellos (el PSOE), cuando aún no ha habido una condena seria desde el propio partido ni de sus dirigentes pasados o presentes, sobre el caso de los ERE de Andalucía, por ejemplo.